Es curioso como el tono pesado de la
melodía que escuchaba hace 25 años evoca un déjà vu del pasado y
la identificación con el presente de los que viven anclados en los
glory days. Los que se agarran a la marca y mantienen las rutinas de juventud
de cuando eran cool -antes wais (1)- y eso funcionaba.
El problema es que con el paso del
tiempo en el cada uno se abre a un rico abanico de intereses, en la amplitud y cambio permanente de proyectos y entornos, sus logros vitales en confrontación con la evolución y el tiempo son años frustrados y proyectos caducos, por lo que se agarran férreamente a la
defensa de sus viejas expectativas y actitudes, parecen creerse
acreedores del mundo y de su entorno, como si les debiéramos
agradecer el privilegio de su presencia. A medida que amarillean los recortes de prensa que aún guardan, degeneran en marujas
despectivas de cuanto hay fuera de su cada vez más pequeño círculo.